Querida hija, ya un año de que te conocí. Ya un año de que también me conociste, aunque ya nos conocíamos de antes.
Todo este tiempo ha sido un lujo el poder verte crecer, ver cómo de poco a poco abrías los ojos, de poco a poco saludabas con la mirada, dabas una sonrisa, de poco a poco te levantabas, pasó el tiempo y con el muchas cosas, una pandemia por ejemplo.
Ahora que veo atrás este año que pasó, no puedo mas que agradecer tu existencia.
Que al escuchar tu primer llanto justo en tu nacimiento, entendí la razón de mi pobre existencia, ese momento en el que la vida por sí misma se reclama a sí, se hace carne, cómo y de qué manera y por qué son así las cosas, hay bibliotecas enteras para descubrir los diferentes puntos de vista, sin embargo, en esto somos ciegos, nos queda solo la fe para darle sentido a cosas que no lo tienen, como nuestra propia existencia.
Pero, ya que estamos aquí y en esta tierra, te deseo que la disfrutes al máximo, que cada día sea tu día, tu día para descubrir, tu día para aprender, tu día para explorar, tu día para luchar, tu día para llorar, tu día para alegrarte y tu día de ser por siempre tú.
El verte crecer para mí me trae una profunda felicidad, y también me trae una tristeza muy especial, una melancolía, porque te extraño y no te extraño al mismo tiempo, ya no eres aquella bebé de un mes, ahora eres esa bebé de un año, extraño a esa bebé de un mes pero no te extraño porque te veo ser toda tú de un año.
Nos seguirán más años, muchos más, yo te extrañaré y no te extrañaré, te veré crecer y te veré ser más de lo que tu piensas que eres.
Tu me verás ser y no ser también, solo deseo que seas siempre tu misma que desde el fondo insobornable de tu ser puedas ser tan plena como yo lo he sido, y que si algún día encuentras el sentido de la vida me lo compartas, que yo lo he encontrado de manera muy especial siendo esposo, hijo, amigo, hermano, profesor, abogado y ahora papá.
Te deseo siempre una vida plena, tu papá.