Rasgarse las vestiduras es una manifestación judía, en el que se rompe la vestidura como en señal de duelo, y justamente, es lo que está de algún modo pasando en torno a la reforma judicial en México. Dentro de la letra chiquita está el tema entre si extender o no el plazo del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación por dos años más.
Dentro del entorno judicial, están los que quieren ver a la SCJN como un órgano desligado del poder político, esto obedeciendo a una visión positivista del derecho gracias a nuestra tradición judicial seguida por nuestra educación bajo el entorno de la tesis de la idea pura del derecho, una ciencia en donde otras cuestiones como la política no tengan nada que ver.
Sin embargo, tenemos que entender que la SCJN es además de un órgano jurídico, es también un órgano político, y esto es debido a que los Ministros son electos, querámoslo o no de forma política y no se puede esperar que la SCJN y sus ministros sean ajenos a estos vaivenes políticos.
Hace unos años escribí sobre la judicialización de la política, y como hay cuestiones mega-políticas que dividen a un país en dos, y en este caso, parece que la lectura de trasfondo es que si los legisladores se lo proponen pueden extenderle el mandato a quién ellos quieran, por encima de lo que establece la constitución. Pero todavía más de fondo existe también el caso que los propios quieran cambiar la constitución, para después extender un mandato, y hacer el mandato extendible de manera constitucional.
En torno a todo ello, y en medio del huracán está el Ministro Zaldívar, en mi calidad como árbitro para decidir cuestiones jurídicas cuando existe una controversia, entiendo ese silencio, que para unos es entendible y para otros es deleznable (que fuerte palabra), pero por qué ha de callar, cuando pareciera que es un artera violación a la constitución, pues bueno, creo que eso tiene que ver con su calidad de juez.
La responsabilidad de un juez, ante todo es ser neutral, o al menos dar la apariencia de neutralidad entre las posibles partes en conflicto, por más raro que eso suene, ya que quisiéramos que resolviera ante los intereses que parecieran son naturalmente a nuestro favor y en contra del otro, sin embargo, esta neutralidad conlleva además el deber de no prejuzgar un hecho, ya que esto implicaría como consecuencia una falta de neutralidad, quisiéramos que tomara partido ante una cuestión que para algunos es a todas luces evidente, pero si accediera a prejuzgar estaría además dejando de lado la calidad jurídica del supremo órgano judicial en México, y además de sus colegas, Zaldívar no es en todo caso la SCJN y la SCJN no es Zaldívar, aunque ser el Presidente de la misma conlleva peso político.
Como último punto, la SCJN no tiene poderes de acción de motu propio, por tanto, tiene que esperar a que las cosas sucedan, es decir, no puede salir a la calle a revisar de manera automática todas las leyes para determinar su constitucionalidad o inconstitucionalidad, tiene que existir alguien que le diga al Juez que existe una posible violación constitucionalidad. Ya que si accediera a decidir de motu propio implicaría una violación a las facultades que se le han otorgado de manera constitucional.
En fin, creo entender el silencio de Zaldívar, y es un silencio que mata, que acongoja, y que será roto cuando en su caso la SCJN tenga que decidir, no Zaldívar, sino el órgano llamado a decidir.