A veces reniego de mi ciudad, no me gusta, banquetas desechas, pocos lugares para caminar, para andar en bici, faltan árboles, calentamiento global, polvo, mucho polvo por todos lados, en fin, reniego de mi ciudad, camiones con motores a diesel y escapes escandalosos, contaminación, cables por todos lados, cables de un lado para otro, cables a la altura de la cabeza, sobre la cabeza, por todos lados contaminación visual.
Pero después, camino a pesar de todo, y sale el sol cada día, puedo ir a restaurantes, puedo ir de arriba para abajo, con tráfico y sin tráfico, se abren nuevas rutas de bici, me puedo ir caminando a donde quiera, o andar en bici a más lugares, empiezo a ver banquetas vueltas a hacer desde la base, veo mi ciudad florecer de nuevo, veo mi ciudad crecer en verdadera ciudad.
Tal vez, solo tal vez veamos la posibilidad de un modelo de transporte incluyente, una redensificación y menos expansión lateral así como desarrollos verticales incluyentes, pensar en vehículos eléctricos aminora el problema del tráfico, pero no resuelve el tema de la eficiencia para llegar de un punto A a un punto B, de tener una ciudad más peatonal, porque ahí donde está el peatón, es donde interactúa más de cerca con el vecino desconocido, más peatones, menos autos, más convivencia, más ciudad.
Las ciudades se tienen que pensar en las mujeres, en padres y madres con carreolas, así sabremos si nuestra ciudad está hecha para todos los usuarios. De mientras, hay días que reniego de mi ciudad y otros tantos me siento aliviado de que se hacen cosas buenas, de que sale el sol, de que llueve y el clima es exquisito, espero no renegar tanto, pero una ciudad como la mía debe estar hecha no solo para que ocupemos un lugar en el espacio, nos tiene que inspirar, llamar los sentidos y hacerlos grandes, porque se necesita más arte, en todo lo que se hace. En restaurantes, bares, departamentos, oficinas, calles, banquetas, una ciudad que no se olvide de sí misma.
Hacer ciudad es un arte y los artistas de la ciudad deben estar en todas las ramas del conocimiento, ser y estar orgullosos de que están haciendo ciudad, una ciudad menos dirigida al vehículo y más al peatón, al transporte colectivo.
Yo soy mexicano, chilango, y salí de la Cd. de México hace ya casi 18 años. Ahora vivo en España, en un pueblo de Córdoba, Andalucía (al sur de España, se llama Pozoblanco, famoso por la muerte de un torero) y precisamente salí huyendo del barullo. Aquí es otro mundo, ni mejor, ni peor, simplemente diferente. Se sacrifican unas cosas por otras. Pero como dicen “como México no hay dos”. A veces (muy a seguido) me embarga la nostalgia. Saludos Guillermo.
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¡El viajar tiene ese encanto de vivir y morir al mismo tiempo, se está más a flor de piel, y estas en un lugar encantador!
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No está mal Guillermo, gracias. Saludos.
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