Estos tiempos, siendo tiempos únicos, por no decir complicados para algunos e imposibles para otros, también traen consigo aires de rejuvenecido valor, hoy esto que escribo está dirigido a los que hacen las veces de padres y madres de familia, a quienes se les dio la responsabilidad de educar a nuestra juventud a nuestra niñez, es más al que se les dio la responsabilidad de educar.
Hoy la guerra que se da no es entre países, no hay buenos ni malos, solo hay una desconocida enfermedad y un mundo a sus pies. Pero también hay una línea de batalla que está en los hospitales, batiéndose a cada día por salvar y salvarnos, en los laboratorios médicos buscando una tan esperada cura, en la gente que sale a jugarse el pellejo porque no tiene de otra, al ser su función esencial para la sociedad donde vive.
También hay trincheras, esas que antes se usaban para la guerra y resguardarse contra los proyectiles, ahora esas trincheras son los hogares, en esos hogares que se transformaron en hospitales, jardín de niños, primaria, secundaria, preparatoria, universidad, maestrías, doctorados, centros de investigación y oficinas.
Hoy los hogares en el mundo se transformaron en una trinchera de educación, pero esa educación es ahora muy especial, si se logra fundar en el amor sobre todo para nuestros pequeños será algo maravilloso.
Leyendo a Savater en su libro “El valor de educar”, cita a Goethe (prometo leerlo algún día, está en mi antibiblioteca) o lo parafrasea, para Goethe “da más fuerza saberse amado que saberse fuerte: la certeza del amor, cuando existe, nos hace invulnerables…Los niños felices nunca se restablecen totalmente de su infancia y aspiran durante el resto de su vida a recobrar como sea su fugaz divinidad originaria…ese impulso inicial les infunde una confianza en el vínculo humano que ninguna desgracia futura puede completamente borrar…”
Hoy a todos, tanto los que se dedican de manera profesional a la educación, como los que por azares de esta pandemia no les queda mas que hacerla también de maestras y maestros, no pierdan la oportunidad de aquellos con los que interactúan dentro de casa o a la distancia de que son amados, no pierdan la oportunidad de hacerles sentir, que esta desgracia que estamos viviendo se le pueda hacer frente desde algo más profundo que el propio miedo paralizante.
Mamás y papás que los distrajo la vida, hoy en casa no tengan miedo de ejercer su autoridad amorosa, no tengan miedo de ser papás y mamás, no se refugien en el celular, ni en la televisión, ni en este remedo de blog, vayan al encuentro de sus hijos como padres y madres, que ahora les renace la obligación primaria como primeros educadores, la vocación de madre y padre de familia tiene que ver con la vocación de la educación de amarles en esto que se llama descubrir el mundo y explicarlo en estos tiempos.
Las educadoras y educadores así como los padres y madres de familia hoy se funden irremediablemente en un hogar, no tengan miedo de amar a sus estudiantes a sus hijas y a sus hijos, que en las aguas más pantanosas renacen las flores más hermosas.