Continuando un poco con la lectura de Savater sobre su ensayo “el valor de educar”, encuentro algo que me atrae en mi tarea como Profesor Universitario.
A lo que aspiro es a “practicar una enseñanza que se haga respetar pero que incluya como una de sus lecciones necesarias el aprendizaje de la irreverencia y de la disidencia razonada como vía de madurez intelectual”.
Provocar en los alumnos el cuestionarse y cuestionar lo que ven, no dar por sentado todo lo que está a su alrededor, amable socarronería del que sabe, del que se pregunta y del que desconfía de las verdades absolutas.
La disidencia razonada, de aquel que se pregunta siempre, la irreverencia del que no está conforme con las verdades presentadas como verdades, que buscan su madurez intelectual, porque de ellos corre el riesgo la inmadurez intelectual del mundo que les rodea.
Así espero un día provocar de manera constante la irreverencia y la disidencia razonada, como signo de que mi paso por la tierra no fue una inerte puesta en escena.
Hay mucho camino que recorrer en este arte de la pedagogía universitaria.