Grosero sería no buscar hablar de la pandemia que ahora sí nos pega a todos. Me uno al tren del “mame”, por el gusto de hacerlo pero porque también es lo que más se comenta hoy en día, y parece ser que hace aflorar en mí las ganas de escribir, algún día me uniré a la larga fila de conspiranoicos y que todo fue un invento de alguna mente maestra.
En fin, como lo dice el título de este pequeño ensayo, hace unos pocos ayeres, hablando precisamente del año pasado, me enteré gracias a un tweet de una ex-alumna que no había gasolina y no podía encontrar, se le hacía raro, y de un derrepente todo el tweeter, noticias, comunicados, en fin, de todo se llenó mi mundo de que no había gasolina.
Después, comenzó a aflorar la realidad, que se vio reflejada en un tanque semi-vacío o semi-lleno para poder completar mis trayectos a la universidad, dar clases, hacer labores de dirección, y regresar de nuevo, con la idea de jugársela y pensar que los trayectos que acumulaban de ida y vuelta por día unos nada despreciables 90 a 100 minutos por día.
Así es, 90 a 100 minutos por día perdidos en el tráfico, que si lo convertimos en litros de gasolina, eran varios, y jugársela para ir y regresar para después tener un golpe de suerte y llenar gasolina fue sinceramente algo frustrante, que nos mantuvo de alguna manera a todos al borde del asiento.
Pues bueno, esa crisis por falta de gasolina dio la verdadera cara de lo que estamos hechos como sociedad. Tanto lo bueno como lo malo, de lo bueno vimos cómo la sociedad en su conjunto se auto-organizó, el mayor reflejo de lo que era legal era hacer la fila, y nadie se metía o casi nadie, eso era un reflejo de una sociedad auto-organizada, auto-dirigida, en un concepto de lo que era posiblemente justo, de hacer lo correcto.
Después vimos lo negativo, en dónde el libre mercado, el capitalismo de amigos hizo de las suyas. Habían las personas que traficaban con su posibilidad de hacer la fila, llenar su tanque, y llenar bidones y revenderlos. Había gente que compraba y vendía esos bidones. Luego vinieron los que apartaban su lugar en la fila y lo cedían por una cantidad de dinero. Después vinieron los que conocían al dueño de la gasolinera, o los que le dieron una excelente propina a despachadores de gasolina para que les dieran el “pitazo” de cuando llegaría la pipa.
Pues bueno, eso fue de alguna manera un ensayo para lo que le viene a México con el Coronaviurs o COVID-19.
Ya podemos ver muestras de discriminación en contra de los trabajadores de la salud, se les considera a algunos como focos de infección, esto se aumenta debido a que se ha reflejado una gran crisis de falta de equipo médico adecuado para hacer frente a esta pandemia. Simple y sencillamente se discrimina al que está al frente de esta pandemia.
Luego están los que no pueden darse el lujo de dejar de trabajar. No tienen de otra, pero se les exige que dejen de trabajar, sin establecer de manera clara cuál sería la forma de ayudarles, simple y sencillamente se les prohíbe. La ayuda que existe se antoja escasa e insuficiente sobre todo para personas que viven al día, o para personas que no pueden ya valerse por sí mismas.
El sistema de salud, tanto público como privado se antoja insuficiente, sin embargo, aquí cabe una clara diferenciación. Están los que pueden pagarse un cuidado ante instituciones privadas de salud y los que no pueden pagarse dicho cuidado en instituciones privadas teniendo que acceder ante instituciones públicas, que se antoja estén ampliamente rebasadas.
Qué es lo que veremos, tal cual como en otros países, y la radiografía nos la da el estado de Nueva York, quienes más padecerán los embates de la Pandemia son aquellas personas de escasos recursos, ellos, como diría Sandel, están bajo la objeción de coerción. No pueden dejar de trabajar, porque ese no es un lujo, y en su día a día están expuestos a enfermarse de la pandemia, simple y sencillamente es una ruleta rusa.
Además, tomando en consideración que la gran mayoría de la población en México es de escasos recursos, el #quédateencasa parece aplicar solo a un sector privilegiado de la sociedad, del cual me incluyo, los olvidados de Buñuel pasarán a ser los condenados. No tienen la manera de hacer frente por sí mismos a esta pandemia, trabajar diario, usar el transporte público, y esperar a que nos le pase nada.
Todavía no llegamos a las horas más oscuras de la pandemia, espero en verdad que exista algo en alguna parte que haga que no nos pegue tan fuerte esta pandemia, es decir, un milagro. Esto pondrá a prueba desde la médula a toda la sociedad en su conjunto, solo espero que en las horas más oscuras aparezca la nobleza del espíritu, y que la bondad sea la que prevalezca. Aún más si pensamos que vivimos dentro de una democracia que busca ante todo el bien común.
Dejo este pensamiento de Sandel: “…it is a serious question how a democratic society as vas and disparate as ours can hope to cultivate the solidarity and sense of mutual responsibility that a just society requires.”