Pasear y salir a caminar es uno de esos lujos que mi esposa y yo nos damos, ahora pues con nuestra bebé es un gran placer. Pero ese placer se vuelve un constante peligro por todos lados, antes era salir ambos armados de tenis y ya está. Ahora con carriola el camino es muy diferente.
Nuestro caminar comienza siempre en Avenida Vallarta a la altura del Sania, puesto que vivimos en esa zona, y caminar para nosotros más que un ejercicio es un acto de disfrutar nuestra ciudad, así como es, pero se nota desde el principio que el peatón está olvidado, y digo al peatón por lo menos el que puede ver, y el que no tiene ninguna dificultad motriz.
No solo las banquetas son reducidas, sino también las hay en desniveles, con baches, con banquetas altas, con zanjas o modificadas a placer por el “dueño” del pedazo de banqueta que le corresponde. Y eso es apenas el comienzo antes de llegar a la Glorieta Minerva.
Ahí, se nota a leguas que nuestro ícono de la ciudad e inclusive por qué no, del Estado, está pensado para todos y para nadie a la vez. En los contornos de la glorieta está sucio y lo que le sigue, además cruzar de un lado a otro es una gran travesía por que no existen semáforos peatonales, y eso es triste, porque este gran ícono debería de ser también un ícono turístico, pero se desaprovecha esa gran oportunidad.
Para seguir por Avenida Vallarta uno tiene que cruzar varias avenidas que son cruces rápidos, ayudaría mucho tener esos semáforos peatonales, lo que sí es un placer es la parte de la plazoleta justo en donde se encuentran los Arcos, pero para llegar ahí el recorrido tampoco es del todo agradable.
Pensar la ciudad con y a través de lo que puede llegar a ver un peatón es la base de cualquier ciudad, ya hasta me siento al escribir estas líneas toda una Jane Jacobs, pero es cierto, nuestro andar siguió por Avenida Vallarta, y esa gran inversión que se realizó para tener esas banquetas tan bonitas, simple y sencillamente se está perdiendo por falta de mantenimiento.
Nuestro andar siguió hasta bajar a Avenida Chapultepec, y que es un gran ícono para la vida de la ciudad, sin embargo, el estado de abandono y descuido de las banquetas es evidente, a Guadalajara, como ciudad, a sí misma le vale mierda su peatón, o los huéspedes peatones que puedan llegar a visitarla.
Mucha basura, mucha suciedad y mucho abandono, ahí en la banqueta, en el día a día del pasear de la gente es dónde se hace ciudad, y hacer ciudad significa la universalidad del acceso al elemento más básico del que puede disponer un ciudadano y esa es la banqueta.
Nos faltan kilómetros y kilómetros de banquetas, se ha hecho un gran esfuerzo en los primeros cuadros de la ciudad, pero saliendo de esos primeros cuadros, no hay mucho que decir.